Cuadernos de Política Exterior Argentina (Nueva Época), 142, Julio-Diciembre 2025
ISSN 1852-7213 (edición en línea)
decisiones o sin interés en la defensa entre 1990-2001; 3) amesetamiento presupuestario con
acomodamiento civil deficiente entre 2002-2005 y 2010-2013 y conducción civil de la política
de defensa entre 2005-2010 y 2013-2015; 4) ajuste con acomodamiento civil deficiente entre
2015-2019; 5) y conducción civil de la política de defensa con la aplicación del Fondo Nacional
de la Defensa (FONDEF) entre 2019-2023. En la caracterización de esas etapas, las gestiones
ministeriales de Nilda Garré (2005-2010), Agustín Rossi (2013-2015 y 2019-2021) y Jorge
Taiana (2021-2023), de las cuales han formado parte nuestros autores, lucen como
relativamente más virtuosas.
La incorporación de medios por adquisición, recuperación y/o modernización en el Ejército,
Armada y Fuerza Aérea en el siglo XXI —especialmente en el segundo gobierno de Cristina
Fernández de Kirchner, el de Mauricio Macri y en el de Alberto Fernández— son objeto de
análisis en este capítulo. Sin embargo, esas incorporaciones no alcanzaron para revertir el
declive de las capacidades militares efectivas del sistema de defensa nacional. Y ello por
diversos motivos: porque se incorporaron medios que no coadyuvan al cumplimiento de la
misión principal de las Fuerzas Armadas, porque no se aseguraron incrementos suficientes en
el presupuesto para gastos operativos y porque, en definitiva, el diseño organizacional de las
Fuerzas Armadas mantuvo una configuración heredada del siglo XX sin cambios a pesar de la
notable reducción general del presupuesto, de personal y medios, de recursos para instrucción,
adiestramiento y alistamiento. El sostenimiento de esa estructura institucional y despliegue
territorial tradicional —a menudo esquelético porque no posee la dotación de personal y de
medios que deberían tener— constituye un obstáculo para cualquier iniciativa de reforma o
modernización que se proponga terminar con el “desarme argentino”.
Quisiera cerrar esta reseña con un breve comentario relacionado con una afirmación hecha
en las conclusiones del capítulo II (Eissa y Montenegro, 1991, p.191). Allí Sergio Eissa nos
dice —no sin motivos— que los Estados Unidos y la dirigencia política de la “derecha
conservadora” de la Argentina —así como algunos militares y especialistas civiles— “no
quieren Fuerzas Armadas, sino Small Armed Forces”, esto es, convertir a los militares en
“Crime Fighters” dedicados a la “lucha contra el narcotráfico”. Pienso que esta asociación
demasiado taxativa entre una “derecha conservadora” y la reducción de los militares al
cumplimiento de un mero rol policial en el combate directo o prestando apoyo logístico a las
fuerzas de seguridad en la lucha contra organizaciones criminales como el narcotráfico o el