Cuadernos de Política Exterior Argentina (Nueva Época), 142, Julio-Diciembre 2025
ISSN 1852-7213 (edición en línea)
poder. Los primeros órdenes están basados en un ordenamiento
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anárquico del sistema
internacional, lo que le da incentivos a los Estados a desarrollar prácticas de balance de poder
que llevan al equilibrio sistémico (Waltz, 1979). Los segundos suponen un orden jerárquico
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,
en donde un Estado se beneficia de la existencia de una asimetría de poder favorable vis-à-vis
el resto de los países del sistema (Organski, 1968; Gilpin, 1981; Mearsheimer, 2001).
Tanto en los órdenes hegemónicos o de equilibrio de poder, las potencias pueden
decidir, sin tener considerar la dimensión normativa, intervenir militarmente y violar la
soberanía de los Estados periféricos para maximizar su posición de poder en una determinada
región y/o resguardar intereses en ella (Buzan &Wæver, 2003)
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. Así entonces, como indica
Jorge Battaglino (2022), “el hecho de que las potencias mantengan la costumbre de utilizar su
poder militar de manera unilateral contra estados más débiles nos recuerda la importancia de
contar con un eficaz dispositivo disuasorio de defensa” (p. 303). El aumento de las
intervenciones militares de las potencias no autorizadas por el CdS refuerza este argumento.
Así entonces:
Afirmar que la guerra convencional entre unidades estatales se ha
convertido en una reliquia del pasado es, como todo pronóstico, analíticamente
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En este punto, el orden internacional es un escenario derivado directamente de la competencia de poder entre
los Estados (Waltz, 1964). Para el realismo defensivo, la estructura anárquica del sistema internacional y la
búsqueda de seguridad da lugar a comportamientos de socialización y competencia que, como producto
sistémico, incentivan prácticas de balance de poder que terminan en un orden internacional caracterizado por el
equilibrio de poder (Waltz, 1979). Si consideramos el realismo ofensivo, el principio ordenador anárquico,
sumado a las capacidades ofensivas de los Estados y la imposibilidad de conocer sus intenciones, lleva a los
Estados a maximizar su poder para poder garantizar su seguridad. Es decir, las premisas ofensivas sumado a la
incertidumbre propia del sistema internacional lleva a los países a perseguir la hegemonía regional y, de ser
posible, mundial (Mearsheimer, 2001). En este punto, el orden internacional toma forma a partir de la
competencia interestatal por la maximización de poder, lo que deriva en hegemonías regionales.
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Una cuestión interesante para problematizar este tipo de órdenes es lo que marca Keohane (1984) en relación a
la creación de instituciones internacionales. En concreto, sugiere que su origen se da en períodos de hegemonía,
en donde el Estado hegemón utiliza la asimetría favorable de poder para crear instituciones que, si son
sostenidas luego del período hegemónico, favorecen la cooperación en distintas áreas de la política
internacional. Si seguimos el argumento del autor, la construcción de un orden constitucional basado en reglas
tiene como antecedente un período hegemónico, lo que supone un orden internacional basado en la primacía de
un Estado. La Teoría de la Estabilidad Hegemónica indaga sobre este tipo de órdenes, que son relativamente
estables producto de la asimetría de poder entre el hegemón y el resto de los Estados, lo que también supone un
ordenamiento jerárquico entre los países que integran dicho orden (Organski, 1968; Gilpin, 1981). Asimismo,
como indica Luciano Anzelini (2020), estos órdenes hegemónicos contienen distintos tipos ideales que se
diferencian a partir de la manera en la que la potencia hegemónica ejerce el poder militar sobre la periferia.
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Como fue mencionado, para estos autores, los países que clasifican dentro de los más poderosos son aquellos
que tienen la capacidad de afectar las dinámicas de seguridad de otras regiones del mundo. Dicho en los
términos del presente trabajo, son los Estados que, dada su capacidad militar, pueden intervenir militarmente la
periferia.