Cuadernos de Política Exterior Argentina (Nueva Época), 138, diciembre 2023, pp. 97-101
ISSN 0326-7806 (edición impresa) - ISSN 1852-7213 (edición en línea)
Pasado este tiempo, sobre todo en esta conmemoración de los 50 años, se ha configurado un
espejismo entre estos dos extremos, que tiende a cubrir con emoción todo el espacio de
memoria posible. Pero ellos no representan a toda la población.
2.3. Los hijos de la no-memoria
Para quienes quedaron en el espacio de la no-memoria, el golpe y la dictadura tienen poco o
nada de significado.
El día 05 de octubre de 1988 se realizó un plebiscito para determinar el fin o la continuidad de
la dictadura por 8 años más, con Pinochet como Jefe de Estado. Para este escrutinio se
registraron 7.435.913 votantes, de los cuales sufragaron 7.251.933 (97,53 %). Contra la
continuidad de la dictadura votó el 55,99 %; a favor de ella votó el 44,01 %. Este resultado
mostró que el país estaba dividido y que pese a los errores y horrores de la dictadura, su base de
apoyo era muy significativa.
Han pasado más de 30 años y el caudal electoral de la derecha y centro-derecha sigue siendo el
mismo (44 a 45%).
Una vez realizado el plebiscito, se reveló una encuesta (CEP-Adimark) (Barros et al. 1989) que
se hizo previamente (dos muestras: mayo-junio y septiembre de 1988) y cuyos resultados se
mantuvieron en secreto.
La encuesta demostró que el rechazo (No) en el Plebiscito tenía razones inesperadas. En una
encuesta donde la gente podía tomar más de una opción (sumar más de 100%): en primer lugar,
el 72% votó que No por razones económicas; en segundo lugar, el 60% votó por la situación de
los derechos humanos y por regresar a la democracia; en tercer lugar, el 39% por desaprobación
al gobierno y a Pinochet.
Este escrutinio ciudadano, se constituyó en un primer indicio de que entre el Sí y el No a
Pinochet y a su Dictadura, había un espacio social, que se había apartado de la política propia de
la Guerra Fría, que se había “ensimismado” (P. Ricoeur) en la atmósfera hostil de los años ´80s.,
pero también en una aún soterrada atracción por el consumo como forma de felicidad y de
evasión: el incipiente crecimiento económico registrado desde 1984, comenzaba a tener sus
efectos. Al decir de Néstor García Canclini (García Canclini, 1995), una parte de esta sociedad
se había ido convirtiendo en consumidores del siglo XXI y en ciudadanos del siglo XVIII, pero
no solo por la opresión de la Dictadura, sino que por opción propia.
En perspectiva del proceso post Dictadura, es posible advertir que la centro- izquierda, que
gobernó 25 de los 33 años post dictadura, ha sufrido el desgaste electoral en el poder y ha visto
cómo se ha profundizado una brecha entre ella y el electorado, sobre todo aquel situado en el
centro.
Este “nuevo centro”, constituido por los decepcionados de la Concertación y por la nueva
población con derecho a voto, ha surgido este nuevo caudal electoral que antes optó por no
votar y que, ahora, forzado legalmente a ello, manifiesta sin pudor su conducta electoral de
consumidores: me sirve lo tomo, no me sirve lo desecho. La clave es que este número de
indiferentes, sin memoria, fue creciendo hasta constituirse en una porción de electores que
puede tanto votar por un cambio de Constitución, como por rechazar el documento elaborado
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