Cuadernos de Política Exterior Argentina (Nueva Época), 137, junio 2023, pp. 25-47
ISSN 0326-7806 (edición impresa) - ISSN 1852-7213 (edición en línea)
Las respuestas de los Estados del Consejo de Cooperación del Golfo a
la guerra ruso-ucraniana: un estudio de caso colectivo sobre política
exterior (febrero de 2022 – agosto 2022)
Ornela Fabani
*
Ignacio Rullansky
**
Resumen
Este artículo se propone identificar y analizar los elementos que permiten explicar las políticas exteriores
que asumieron Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos (UAE), Kuwait, Qatar, Bahréin y Omán, es decir,
los Estados miembros del Consejo de Cooperación de Estados Árabes del Golfo (CCG), frente al estallido
de la guerra ruso-ucraniana, durante el período que se extiende entre febrero de 2022 y agosto de 2022.
Para ello, consideramos las ventajas de la estrategia del estudio de caso colectivo y asumimos un recorte
sincrónico con vistas a desentrañar la formulación de dichas posiciones a lo largo de los meses bajo
estudio. En esta línea, recurrimos a fuentes oficiales y no oficiales, entre ellas declaraciones provistas por
altos funcionarios de los países mencionados en el ámbito de las Naciones Unidas, del CCG, así como
también de sus respectivos ejecutivos y ministerios de relaciones exteriores. Este artículo examina las
políticas de estos seis países en razón de un interés intrínseco en conocer cómo responden a un suceso
bélico de trascendencia global. Nuestro análisis se fundó en la distinción de cinco dimensiones analíticas
que presentan la capacidad potencial para explicar las actitudes diplomáticas asumidas por estos seis
países: la dimensión material, la histórica e identitaria, la dimensión geopolítica, la dimensión securitaria,
y aquella que alude a la dinámica de la relación entre cada una de estas monarquías con Estados Unidos y
una potencia emergente como Rusia.
Palabras clave: Consejo de Cooperación del Golfo - Guerra ruso-ucraniana - política exterior
Abstract
This article aims to identify and analyze a range of elements that can explain the strategies of foreign
policy adopted by Saudi Arabia, the United Arab Emirates, Kuwait (EAU), Qatar, Bahrain, and Oman,
specifically by the member states of the Cooperation Council for the Arab States of the Gulf (GCC)
regarding the outbreak of the Russian-Ukrainian war between February 2022 and August 2022. We used
a collective case study strategy and a synchronic approach to understand the development of these
positions throughout the period, and gathered primary and secondary sources, such as statements
provided by senior officials of the countries mentioned in the realms of the United Nations, the GCC and
their respective executives and foreign affairs ministries. This article examines how these six countries
developed foreign policy strategies and how they responded to the war, an event of global significance.
Our analysis considered the five analytical dimensions that have the potential to explain the diplomatic
attitudes evidenced by these six countries: the material dimension, the historical and identity dimension,
the geopolitical dimension, the security dimension, and the dynamics of each monarchy's relationship
with the United States and an emerging power such as Russia.
Keywords: Gulf Cooperation Council - Russo-Ukrainian War - foreign policy
TRABAJO RECIBIDO: 13/03/2023 TRABAJO ACEPTADO: 30/04/2023
Esta obra está bajo una licencia internacional https://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0/
*
Doctora en Relaciones Internacionales por la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Investigadora
Asistente del CONICET. Miembro del Centro de Investigaciones en Política y Economía Internacional
(CIPEI) y del Centro de Estudios en Relaciones Internacionales de Rosario (CERIR). Secretaria del
Departamento de Medio Oriente del Instituto de Relaciones Internacionales (IRI) de la UNLP. Docente de
la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales (UNR) e-mail: ornela_fabani@hotmail.com
*
*
Becario post-doctoral del CONICET en Escuela IDAES, UNSAM. Coordinador del Departamento de
Medio Oriente, Instituto de Relaciones Internacionales, UNLP. Profesor en UNSAM y UTDT. e-mail:
irullansky@gmail.com
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Introducción
El objetivo principal de este artículo es identificar y analizar los elementos que permiten
explicar las políticas exteriores que asumieron los gobiernos de las seis monarquías que integran
el Consejo de Cooperación del Golfo en la Península Arábiga en torno a la guerra ruso-
ucraniana, durante el período que se extiende entre febrero de 2022 y agosto de 2022. En otras
palabras, proponemos distinguir qué centralidad ocupan determinados factores en la toma de
decisiones de los gobiernos estudiados y que corresponden a los principales exportadores
regionales de petróleo y, potencialmente, de gas natural licuado: Arabia Saudita, Emiratos
Árabes Unidos (EAU), Kuwait, Qatar, Bahréin y Omán.
A lo largo de este texto desarrollaremos un argumento que reconoce la relevancia de cinco
dimensiones nodales para explicar la adopción de las posiciones exhibidas. En primer lugar,
destacamos la dimensión material, es decir, el contexto económico internacional y el privilegio
de intereses locales vinculados a la relación entre importación de alimentos y la exportación de
energía. Segundo, consideramos que la dimensión histórica e identitaria, el reconocimiento de
experiencias comunes, representa un potencial factor de explicación de las conductas
estudiadas. Tercero, comprendemos que la dimensión geopolítica, la oportunidad de consolidar
un liderazgo e influir en la configuración de nuevas relaciones de poder en la región, opera
como un elemento clave en la adopción de una posición frente a la guerra. En cuarto lugar, nos
volcamos a contemplar cómo intercede en la cuestión la dimensión securitaria, entendiendo por
ella el establecimiento de nociones sobre riesgo, peligro y amenaza y la asociación de dichos
conceptos con la presencia de algún actor en particular o varios, que motive la conformación de
alianzas y la formulación de estrategias de disuasión frente a enemigos comunes.
Entendemos, como será expuesto en lo sucesivo, que, si bien existe una multicausalidad en el
modo en que cada una de estas dimensiones caracteriza la toma de decisiones en política
exterior, es posible distinguir cierta preponderancia de alguna o varias de ellas con
independencia de las demás conforme al caso.
Cabe destacar que todos estos países son socios comerciales y militares de Occidente, que
mantienen relaciones bilaterales estrechas con los Estados Unidos desde fines de la Segunda
Guerra Mundial y que la mayoría hospeda bases norteamericanas en su territorio. Las seis
monarquías son aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). A partir de
la Cumbre de Estambul de 2004 se promulgó la Iniciativa de Cooperación de Estambul, que
apuntó a elevar el compromiso de algunos aliados de la organización en el Mediterráneo y en el
Gran Medio Oriente. Entre otros resultados, los gobiernos de Bahréin, Kuwait, Qatar y EAU
pasaron a ser socios estratégicos de la OTAN, participando de ejercicios de entrenamiento,
asesoría, prevención de tráfico de drogas, armas y personas, entre otras formas de cooperación.
Pese a los vínculos históricos e institucionalmente consagrados entre las seis monarquías y
Occidente, desde comienzos del nuevo milenio se ha inaugurado un doble proceso para la
región que ha afectado dicha relación. Por un lado, desde el atentado contra las Torres Gemelas
y el edificio del Pentágono en 2001 y la subsiguiente Guerra global contra el terrorismo, la
guerra en Afganistán y la invasión norteamericana en Iraq fueron progresivamente erosionando
la influencia de Estados Unidos en la región. Por otro lado, la emergencia de nuevos liderazgos
a escala global representado en el crecimiento de los BRICS (sigla que reúne a Brasil, Rusia,
India, China y Sudáfrica) ha impactado en el Medio Oriente. En resumidas cuentas, el encuentro
de nuevos socios financieros y militares, destacándose particularmente el acercamiento del
Medio Oriente y Norte de África con Rusia y China, implicó una suerte de alternativa ante el
vacío librado en la transición de los gobiernos de Barack Obama, Donald Trump y Joe Biden.
Comprendemos que es ineludible referirnos a este contexto como un factor explicativo
preponderante. Es, en efecto, en torno a esta quinta dimensión que cada una de las cuatro
mencionadas anteriormente puede ponderarse.
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Es el carácter transnacional del abanico de efectos derivados de la guerra, aquello que permite
considerar las posibles intervenciones motivadas por ella como problemas de gobernanza
global. Tanto los envíos de armas y tecnología de países Occidentales a Ucrania, como la
consolidación de iniciativas asociativas supraestatales y la intensificación de identidades
comunitarias fomentadas en el marco de organismos internacionales como la Unión Europea y
la OTAN, y las sanciones materiales y simbólicas contra el Estado ruso y ciudadanos de este
país, habilitan dicha evaluación. La guerra y las reacciones a ella promovieron aumentos de
precios de las commodities. Así, los procesos inflacionarios surgidos o afectados por la
pandemia del COVID-19 entre 2020 y 2021 fueron agravados ante la escasez de alimentos y de
combustibles que presionan sobre la demanda actual y futura de cereales, petróleo y GNL.
A partir de este análisis, clasificamos tres grupos entre los seis países miembros del Consejo de
Cooperación del Golfo. Un primer grupo está compuesto por Omán y Bahréin, el segundo por
Kuwait y Qatar, y el tercero por Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos (EAU). La crisis
económica que atraviesan los países del primer grupo entraña una especificidad propia que
diferencia la posición cautelosa de Omán y Bahréin. Si bien en el caso del sultanato la
dimensión securitaria también cobra relevancia. En el segundo grupo, las dimensiones histórico-
identitaria y, en el caso de Qatar, la geopolítica, juegan un papel privilegiado. Finalmente, la
dimensión material y aquella que alude a la erosión del liderazgo norteamericano en la región y
la búsqueda de nuevos socios por parte de los actores del Golfo sobresalen a la hora de estudiar
las posturas de quienes integran el tercer grupo.
En síntesis, los primeros se hallan en un punto intermedio respecto a la independencia con que
Kuwait y Qatar denunciaron la intervención militar rusa en Ucrania frente a la ambigüedad
licenciosa de Arabia Saudita y EAU en rechazar la violencia en forma más general. Es así que
pareciera distinguirse un primer grupo neutral frente a un segundo grupo pro-ucraniano y pro-
occidental y un tercero pro-ruso.
Antes de introducirnos de lleno en el análisis de los casos, comentaremos cómo se estructura
este artículo. En primer lugar, reseñaremos cuál fue el diseño teórico-metodológico que
seguimos para llevar a cabo la investigación de la que surgen las observaciones aquí
compartidas. Concisamente, optamos por las virtudes de la estrategia del estudio de caso
colectivo escogiendo a las seis monarquías en cuestión por fines analíticos eminentemente
intrínsecos (Lijphart, 1971, 1975; Yin 1993, 2014; Archenti, 2012; Stake, 2013). Luego,
brindamos una contextualización histórica de la formación del Consejo de Cooperación de
Estados Árabes del Golfo para adentrarnos en la relación que mantienen estos países con los
Estados Unidos. A posteriori, indagamos en los aspectos más recientes de esa relación y
exploramos en qué consiste la actual erosión del liderazgo norteamericano en la región, vis a vis
la búsqueda de nuevos socios comerciales, militares y diplomáticos para el Golfo. Habiendo
hecho esto, analizamos el posicionamiento de las seis monarquías frente al conflicto durante el
período que se extiende entre febrero de 2022 y agosto de 2022 y compartimos observaciones
finales que recogen los elementos más sustantivos de nuestro artículo.
1. Estrategia teórico-metodológica
La estrategia teórico-metodológica que hemos seguido se basa en las ventajas que presenta el
estudio de caso, diseño analítico en el que se propende a la examinación densa de las relaciones
entre las propiedades concentradas en una unidad de análisis (Archenti, 2012). En esta
oportunidad implementamos un abordaje sincrónico del estudio de las relaciones entre las
dimensiones caracterizadas anteriormente respecto de la toma de posiciones respecto a la guerra
ruso-ucraniana. Por ello, nuestra indagación se enfocará en estudiar las decisiones de dichas seis
monarquías a partir de fuentes tanto primarias como secundarias. Entre las primeras,
documentos oficiales emitidos por sus respectivos gobiernos y a través de organismos
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internacionales como las Naciones Unidas y el Consejo de Cooperación del Golfo a partir de
febrero de 2022, cuando se desencadenó la guerra.
Entre las ventajas que presenta esta estrategia consideramos como relevantes las siguientes:
Primero, el diseño metodológico en cuestión permite atender a las particularidades de un caso o
de varios. Nosotros nos volcamos por la segunda opción al explorar, como ya anticipamos, las
políticas de seis Estados relacionados entre por su vecindad, por su proximidad histórica y
cultural, por detentar estructuras económicas en cierta medida similares, por el reconocimiento
político e institucional de intereses compartidos en su configuración de alianzas globales y
regionales, respecto a actores considerados amenazas o enemigos, también comunes.
Dado que nuestro estudio es sincrónico y considera una comparación de seis casos, no
pretendemos alcanzar un grado de profundidad que permita formular generalizaciones a nivel
teórico, sino, examinar la prevalencia de algunas dimensiones sobre otras en un período
acotado, en este caso, aquel que se extiende entre febrero de 2022 y agosto de 2022 (Lijphart,
1971, 1975). Este criterio se respalda en las ventajas reconocidas de la estrategia: el carácter
denso de los estudios de caso consagra su valor científico (Archenti, 2012). En otras palabras,
facilitan la comprensión de la singularidad de un fenómeno propendiendo a dilucidar indicios
que expliquen cómo sus atributos se comportan.
En esta oportunidad, la examinación de las políticas exteriores de los países miembros del CCG
permite reflexionar sobre cómo construyen mecanismos diplomáticos para abordar una
problemática global de alcance inusitado y en un contexto especialmente agravado considerando
su inmediatez con la pandemia del COVID-19. Asimismo, el carácter sincrónico nos indica
algunos sentidos en los que la erosión del liderazgo norteamericano en la región supone, por un
lado, la expresión de declaraciones y gestos que dan cuenta de la continuidad de una relación
histórica entre la región y Estados Unidos y, por otro, de gestos más ambiguos y/o novedosos
que sugieren búsquedas de autonomía a partir de alianzas con potencias emergentes.
Sin embargo, no siempre es un objetivo de los estudios de caso partir de un marco teórico
preciso ni aportar concretamente a alguno. Esto no constituye una limitación: quienes apoyan
esta estrategia enfatizan que es porque permite tomar en cuenta la especificidad de casos que las
teorías no necesariamente alcanzan a explicar o comprender (Archenti, 2012; Lijphart, 1971).
Consideramos que estudiar el fenómeno propuesto a partir de su encasillamiento conforme a
corrientes teóricas clásicas de Relaciones Internacionales nos conducirá a arenas conocidas.
Por un lado, podrá argüirse que el dilema de la seguridad favorece la búsqueda de asociaciones
entre chicos con grandes para generar mecanismos de disuasión ante amenazas posibles en un
mundo de peligros inminentes y relaciones cambiantes. Asimismo, que los gobiernos tendientes
a la cooperación diplomática y a intercambios comerciales virtuosos benefician condiciones
para la paz, especialmente, entre países liberales. También podría sostenerse que es en el ámbito
de lo simbólico, en el plano de la construcción representacional de las identidades regionales y/o
nacionales, donde debe prospectarse la búsqueda de los sentidos que expliquen la toma de
decisiones sobre lo internacional. Es posible, además, identificar que las asimetrías materiales y
políticas observables en la actual división internacional del trabajo suponen la configuración
histórica de formas de dominación, explotación y extracción por parte de Estados, clases y
naciones sobre otras derivadas de la expansión global del capitalismo desde los albores de la
Modernidad. Otras corrientes ofrecen claves interpretativas sobre los asuntos internacionales a
partir de la comprensión de los modos en que se constituyen representaciones sobre sujetos
considerados peligrosos y se convalidan roles para actores que intervienen como garantes de la
seguridad en torno a sujetos amenazados. Podríamos agregar también que la exploración de la
conformación de roles basados en las identidades de género faculta la indagación de los
aspectos culturales, biográficos, materiales y políticos en las relaciones de fuerza entre grupos.
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En términos generales, cada escuela de Relaciones Internacionales ofrece herramientas más que
relevantes, pero no necesariamente apropiadas para nuestros fines investigativos. Consideramos
que las explicaciones derivadas de una mirada realista no lograrán dar cuenta de cómo la
vivencia de experiencias traumáticas a partir de la invasión militar, en el caso de Kuwait, y del
bloqueo, en el caso de Qatar, facilitan una postura conciliadora en conflictos de los que no
forman parte. No existe para ambos países, posibilidad cercana de verse arrastrados a participar
o sufrir consecuencias derivadas de la violencia armada a partir de los enfrentamientos en
Europa del Este. En cambio, existe posibilidad de beneficio económico derivado del rol de
proveedores de energía que efectivamente ejercen y que pueden potenciar como consecuencia
de las sanciones internacionales contra Rusia, pero entendemos que las políticas exteriores de
dichos Estados no se explican a partir de una interpretación meramente materialista.
Tampoco consideramos que es dable entender la posible afinidad entre dichos Estados con
Occidente ya que no existe un entramado de valores compartidos. Pasando en limpio, las
monarquías del Golfo son aliados de Occidente pero la cosmovisión, tradiciones y usos vigentes
en estos países choca con las exigencias del gobierno norteamericano relativas al respeto de
principios liberales e instituciones internacionales como los Derechos Humanos, los derechos de
la mujer, la equidad de género y el respeto a las diversidades LGBTQ+, y los derechos de
minorías indígenas, étnicas y religiosas. Por eso es que las posturas pro-ucranianas y más
cercanas a la posición occidental no descansan en la construcción de sentidos identitarios
compartidos, sino que, más interesante aún, surgen de la compleja coexistencia entre actores
cuyos valores son efectivamente heterogéneos. De dicha heterogeneidad se desprenden,
precisamente, los cortocircuitos diplomáticos que actualmente afectan la relación entre Arabia
Saudita y el gobierno norteamericano en torno a la política de Derechos Humanos, de respeto a
las mujeres, a la agenda medioambiental y al respeto a la libertad de expresión en el reino saudí.
El estudio de las posiciones de las seis monarquías seleccionadas puede representar o no una
reacción que permita establecer alguna observación con cierto grado de generalidad respecto a
las características de la gobernanza global en un mundo atravesado por la competencia de
construcción hegemónica entre Estados Unidos, Rusia, la Unión Europea y China. De cualquier
forma, lo que nos interesa es primero comprender cómo cada uno de estos seis casos evidencia
una especificidad propia: se aprecian reacciones en cierta forma similares de rechazo a la
violencia, pero no todas fueron igualmente enfáticas ni claras en su formulación. Aquí nos
ocuparemos de estudiar por qué cada caso se distingue del otro y si es posible, como
enunciamos, distinguir la prevalencia de alguna o varias dimensiones específicas para
desentrañar dichas respuestas. Es así que nuestro diseño se enfoca en un colectivo de casos para
comparar sus reacciones ante un fenómeno común, y replicamos el mismo diseño de
observación enfocándonos en: a) sus intervenciones en el ámbito de Naciones Unidas y en el
Consejo de Cooperación del Golfo; b) declaraciones oficiales de los ejecutivos y de sus
ministerios de asuntos exteriores; c) documentos adicionales y literatura sobre la cuestión.
La descripción densa de estos casos apunta a una consiguiente comparación densa conforme al
objeto de evidenciar especificidades, similitudes y diferencias (Archenti, 2012; Stake, 2013).
Nuestro estudio comprende rasgos que lo ubican entre los tipos descriptivo y explicativo que
identifica Yin (1993, 2014). Primero, porque las características de nuestras observaciones
finales serán, efectivamente, descripciones densas situadas contextualmente en derredor de una
coyuntura específica. Asimismo, porque estas observaciones podrán dilucidar relaciones entre
las dimensiones analizadas y habilitar la definición de preguntas problema más concretas para
futuras investigaciones que, potencialmente, rebasen el carácter sincrónico aquí abordado.
En tal sentido, nuestro estudio de caso colectivo asume un rasgo intrínseco, pues nuestro interés
radica en estudiar y comprender los casos elegidos, y también es instrumental en tanto cada uno
de estos seis casos entraña la potencia de generar elementos para comprender, recíprocamente, a
algún otro del conjunto y, también, de interpretar otros casos a futuro (Stake, 2013).
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2. Una breve historia del Consejo de Cooperación de Estados Árabes del Golfo
En lo que respecta a las seis monarquías que forman parte del Consejo de Cooperación de
Estados Árabes del Golfo, y su posicionamiento frente al conflicto, ante todo cabe mencionar
que estos países se destacan por poseer una serie de características compartidas. Ubicadas en la
península arábiga, todas cuentan con proximidad geográfica entre sí y poseen acceso a las costas
del Golfo. Asimismo, estos Estados hablan la misma lengua, el árabe, si bien es cierto que en
algunas zonas persisten los dialectos de las antiguas tribus. Además, estos pueblos también
profesan una religión en común, mayoritariamente, el islam sunnita, y comparten estructuras de
parentesco basadas en una identidad cultural clánico-tribal que rebasa las fronteras nacionales.
En el plano político, todos los miembros del CCG adhieren a la forma de gobierno monárquica
absolutista. Aún más, se trata de regímenes autoritarios caracterizados por una fuerte
centralización y personalización del poder en torno a la máxima autoridad del Estado, donde
difícilmente podría hablarse de la existencia de una división de poderes (Khalaf y Luciani,
2006). Finalmente, en virtud de sus importantes recursos hidrocarburíferos, nos encontramos
frente a seis Estados cuyas economías continúan siendo fuertemente dependientes del petróleo.
Tal es así que, pese a los esfuerzos realizados en materia de diversificación económica, los
resultados de este proceso aún son modesto (Callen et. al, 2014).
Pese a que dichas características contribuyeron al acercamiento entre las partes, entendemos que
los elementos identitarios no se erigen como el último factor que explica la conformación del
CCG (Gariup, 2008). En cambio, este organismo subregional, creado en 1981, se constituye
como una respuesta de integración regional basada eminentemente en la cooperación en
seguridad (Fabani, 2012).
La experiencia de integración ha sido exitosa y cosechó los logros en las más variadas áreas:
educativa, cultural, científico-tecnológica y, por supuesto, de cooperación económica. Sin
embargo, en materia de cooperación en seguridad, el proceso de integración de este bloque ha
encontrado ciertos límites en función de un conjunto de factores. El primero a destacar es una
desconfianza recíproca entre estos seis países que ha crecido con el tiempo (Al-Hamad, 1997,
Ramani, 2021). Sin embargo, el mayor depositario de dicha desconfianza es Arabia Saudita.
Este país despierta un contundente recelo y temor entre sus vecinos y socios, en virtud de las
asimetrías que presentan sus capacidades relativas de ejercicio del poder. En efecto, Riad ha
logrado centralizar gran parte de la estructura institucional del Consejo dentro de su territorio
soberano. Asimismo, el reino ha intentado imponer sus intereses y establecer los lineamientos a
seguir dentro del organismo
1
.
Cabe recordar que, entre 2017 y 2021, Arabia Saudita lideró el bloqueo contra Qatar, tras
denunciarse que este Estado mantenía vínculos con organizaciones terroristas (Smith, 2017) y
que, desde 2015, encabeza la coalición que interviene en el conflicto en Yemen con el objetivo
de frenar el avance del movimiento houthi (Medina Gutierrez, 2018).
Además, entre los factores que explican por qué no ha avanzado la cooperación en seguridad
entre las partes, también se destaca el rol que los Estados Unidos juegan en la zona. A partir de
la década del noventa, Estados Unidos se convirtió en el principal garante de la seguridad de las
monarquías del Golfo (Mesa del Monte, 2002), factor que actuó en desmedro de la cooperación
entre los miembros del bloque en dicha área. Ahora bien, pese a los vínculos que existen entre
este conjunto de actores, es menester señalar que los intereses de la gran potencia, incluso su
mirada frente a diferentes escenarios de conflicto, tanto en el plano regional como internacional,
no siempre han resultado coincidentes con los de sus seis aliados en la región.
1
Saudi Arabia and its neighbors: A troubled relationship. (2017). Al Jazeera. Recuperado de :
https://studies.aljazeera.net/en/reports/2017/07/saudi-arabia-neighbours-troubled-relationship-
170712101306392.html#E6
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Finalmente, otro de los factores que ha obstaculizado la cooperación entre las partes en la
referida área, gira en torno a las dificultades que los miembros del organismo subregional han
encontrado para asumir una posición compartida frente a los diversos conflictos que toman
lugar en el escenario de Medio Oriente (Fabani, 2012). A modo de ejemplo, pueden referirse a
las posturas encontradas en torno a los conflictos en Libia, Siria, así como también en Yemen.
Uno de los objetivos que planteamos aquí apunta, precisamente, a observar la capacidad del
organismo de establecer una respuesta unificada en razón de las posibles reacciones de sus
miembros ante la guerra ruso-ucraniana. Más aún, nos interesa identificar qué respuesta, o bien,
múltiples respuestas fueron expresadas desde los acontecimientos de febrero de 2022. Para ello,
entendemos que es indispensable analizar las características de dichas reacciones en razón de la
relación entre los integrantes del CCG y Estados Unidos y, además, con Rusia.
3. La relación entre los Estados miembros del bloque y los Estados Unidos
Las representaciones de los miembros del Consejo de Cooperación de Estados Árabes del Golfo
se pronunciaron respecto a la guerra ruso-ucraniana en el marco institucional de las Naciones
Unidas. Precisamente, el 23 de febrero de 2022, en el marco de una sesión plenaria de la
Asamblea General, las delegaciones de dichos países transmitieron su preocupación por el
deterioro de la situación en Europa y urgieron a las partes a resolver la crisis a través del diálogo
y la diplomacia (Kossaify, 2022). Luego, el 25 de marzo, previo a una sesión de emergencia en
el organismo, el representante permanente adjunto de Arabia Saudita manifestó, en nombre del
bloque, que los miembros del CCG lamentaban las consecuencias de la guerra, especialmente en
materia humanitaria. Asimismo, añadió que los Estados parte del organismo subregional se
encontraban comprometidos con los principios del derecho internacional y la Carta de las
Naciones Unidas fundados en el respeto por la soberanía y la integridad territorial de los
Estados. Por último, el funcionario subrayó que las monarquías del Golfo sostienen nculos
amistosos con las partes involucradas en la disputa
2
.
En esta misma dirección, el posicionamiento del bloque frente a la disputa también quedó
plasmado en las alocuciones de distintos funcionarios en las reuniones de los órganos del propio
CGG. El 2 de junio, en el marco de la apertura de la 152ª sesión del Consejo Ministerial, el
ministro de Relaciones Exteriores de Arabia Saudita señaló que los miembros del organismo
mantuvieron reuniones con representantes rusos y ucranianos. Al respecto, el ministro
estableció que en dichos encuentros los integrantes del CCG presentaron una postura unificada
con respecto a la guerra, alertando sobre sus consecuencias negativas. Entre ellas, se destacó su
impacto sobre la seguridad alimentaria a nivel global (Al-Sulami y Al-Hamawi, 2022).
Lo cierto es que, pese a las características compartidas por estos actores, que forman parte de un
bloque subregional que ha bregado frente al máximo organismo internacional por una salida
diplomática del conflicto, al prestar atención al posicionamiento individual de cada uno de los
mismos encontramos que, la postura de cada uno de ellos ha tenido sus propios matices. Como
adelantamos en la introducción, esto puede explicarse considerando la incidencia de cinco
dimensiones de análisis: la material, la histórico-identitaria, la geopolítica, la securitaria, e,
inclusive, la erosión del vínculo con Estados Unidos y el fortalecimiento de lazos con otros
actores, tal es el caso de la Federación Rusa.
El proceso de conformación de una alianza estratégica entre Estados Unidos y las monarquías
del Golfo, entre ellas especialmente Arabia Saudita, nos remite a la culminación de la Segunda
Guerra Mundial y al inicio de la Guerra Fría. Se trata de un período de paulatina proyección de
2
GCC Urges Russia, Ukraine to Return to Diplomacy. (25/03/2015). Al Wasat. Recuperado de:
https://english.aawsat.com/home/article/3553076/gcc-urges-russia-ukraine-return-diplomacy
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los intereses norteamericanos a nivel global que corresponde a la consolidación de un
subsistema o bloque liberal-capitalista en oposición al comunista-soviético.
Es preciso recordar que hasta principios de la década del setenta Reino Unido fue la potencia
indiscutida en dichos territorios. Esta potencia participó activamente en las negociaciones entre
los emires y élites locales que determinaron la creación de proyectos de auto-determinación
nacional para Bahréin, Qatar y EAU, países que recién entonces alcanzaron un status político
independiente y con capacidades institucionales propias para ejercer funciones de soberanía
dentro de jurisdicciones que, hasta entonces, no estaban del todo definidas.
El llamado “cambio de guardia” entre Londres y Washington como potencias extranjeras con
presencia militar y penetración de intereses extractivistas en la región fue progresivo y comenzó
con una primera etapa caracterizada como de “inacción benigna” desde Estados Unidos al Golfo
(Peterson, 1986, 2001). Esto refiere a que la retirada británica es contemporánea a una política
exterior norteamericana marcada por el “síndrome Vietnam”, en otras palabras, Estados Unidos
optó por reducir su involucramiento en distintos escenarios de conflicto y, en definitiva, limitar
sus compromisos en el plano externo.
Entre finales de la década del setenta y principios de los ochenta, tres acontecimientos pusieron
en jaque los intereses norteamericanos en la zona demandando que los Estados Unidos dejasen
de lado la política del laissez-faire para replantearse su rol en esta área. Nos referimos a la
Revolución Islámica en Irán (1979), a la invasión soviética a Afganistán (1979) y a la guerra
entre Irán e Irak (1981). En estas circunstancias fue que la Doctrina Carter estableció que toda
acción de un Estado que tuviese por fin ganar el control de la región del Golfo Arábigo -y
consecuentemente de sus recursos-, sería considerada como un ataque contra los intereses
vitales de los Estados Unidos y, por ende, rechazada con todos los medios necesarios.
En esta misma dirección, en marzo de 1980 se crearon las Rapid Deployment Joint Task Forces
(RDJTF) para ser utilizadas en el sudoeste de Asia y Medio Oriente. Consiguientemente, bajo la
administración de Ronald Reagan, en 1983 estas fuerzas se transformaron en el Comando
Central (USCENTCOM). Este comando unificado permanente dirige las fuerzas de combate
norteamericanas en las regiones del noreste y cuerno africano, Península Arábiga, Golfo
Arábigo y Asia Central. Pese a lo expuesto, fue la invasión a Kuwait (1990) la que,
coincidiendo con los grandes cambios en la correlación de fuerzas mundiales post Guerra Fría,
dio paso a una nueva coyuntura estratégica de la cual Estados Unidos supo sacar partido.
Entonces, ante la falta de respuesta de las monarquías del Golfo, que no pudieron gestar una
ofensiva diplomática, mucho menos una ofensiva militar conjunta, con vistas a frenar el
accionar iraquí, se modificó el esquema de seguridad vigente en el Golfo.
En efecto, estos acontecimientos favorecieron el paso de un esquema que se sustentaba en la
posibilidad de contar con el apoyo de fuerzas estadounidenses “en el horizonte” en caso de
urgencia, a otro que implicó la presencia directa de activos norteamericanos en estos territorios
(Mesa Del Monte, 2002). Consecuentemente, a comienzos de los años noventa se produjo el
arribo de efectivos norteamericanos y equipamiento militar a la zona, se incrementaron las
ventas de armas, comenzaron a llevarse a cabo ejercicios conjuntos, se extendió la presencia de
asesores militares, y se establecieron bases aéreas y navales en la región.
En el marco de una profundización del nculo entre Estados Unidos y Kuwait que tomó lugar
tras la invasión de Irak, el emirato fue el primero de los Estados miembros del CCG en firmar
un acuerdo de defensa con los Estados Unidos que ha sido renovado cada diez años. Conforme
con los compromisos asumidos en base a este instrumento jurídico, el emirato ha concentrado
efectivos norteamericanos que en la actualidad se estiman en unos trece mil hombres, y variados
medios de combate (Katzman, 2021).
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Es así que, desde 1992, Kuwait y los Estados Unidos han coordinado ejercicios militares
conjuntos. Más recientemente, desde 2016, ambos países han celebrado reuniones del
mecanismo “Diálogo Estratégico” sobre cooperación bilateral en seguridad. Además, pese a que
el acuerdo entre los miembros del CCG con Estados Unidos no prevé el establecimiento de
bases norteamericanas en la región, también desde los noventas el ejército norteamericano ha
hecho uso de la base de Camp Doha mientras que su fuerza aérea ha dispuesto de las bases de
Ali Al Salem y Al Jaber.
Como se adelantó, la relación entre Arabia Saudita y los Estados Unidos es de las que presenta
una trayectoria temporal más extensa. Pese a que el vínculo enfrentó sucesivos altibajos, el
reino siempre fue concebido como uno de los puntos de apoyo de mayor relevancia para las
fuerzas militares norteamericanas en la zona.
Efectivamente, el ingreso de fuerzas militares norteamericanas en territorio saudita ocurrió a
escasos meses de culminada la Segunda Guerra Mundial, cuando Washington obtuvo el visto
bueno para construir una baserea en Dahran, proyecto culminado en 1946. Años después, en
1951, ambas partes firmaron su primer acuerdo defensivo (Fabani, 2012). De esta forma surge
lo que Pollack (2002) denomina un “matrimonio de conveniencia”, fundado en la apetencia
norteamericana de contar con acceso ininterrumpido al aprovisionamiento de energía, y en la
necesidad saudita de contar con un garante de su seguridad frente a sus poderosos vecinos.
4. La erosión de un vínculo histórico y la búsqueda de nuevos socios
Ahora bien, pese a la profundidad que adquirieron los vínculos entre Washington y los países de
la región, fundamentalmente a partir de los noventas, en los últimos años se percibe cierta
erosión en la relación. Esto puede explicarse a partir del pivote que inició la administración
Obama desde Medio Oriente hacia el Lejano Oriente, basado en el reconocimiento de que una
parte esencial de la historia política y económica del siglo XXI tendrá lugar en Asia Pacífico
(Campbell & Andrews 2013). Subyace a esta búsqueda de reequilibrio estratégico de los
recursos y prioridades de Estados Unidos, la necesidad de una estrategia más integral en Asia-
Pacífico que incluya profundizar los nculos con las naciones del sudeste asiático como un
medio para contener la creciente presencia de la República Popular China en la región.
Como producto de esta reorientación de la política exterior norteamericana, durante la gestión
de Obama, los vínculos con el Golfo se debilitaron, particularmente a raíz del posicionamiento
de los Estados Unidos frente a la Primavera Árabe. Al respecto, las monarquías del Golfo no
vieron con buenos ojos que su socio norteamericano retirase su apoyo al régimen de Mubarak,
un viejo amigo de los Estados Unidos. Asimismo, la decisión de Obama de ignorar su propia
línea roja y no intervenir en el conflicto sirio cuando el régimen del presidente Bashar al-Assad
empleó armas químicas contra población civil tampoco fue bien recibida. Mucho menos lo fue
la firma del acuerdo nuclear con Irán, como parte del G5+1, en 2015. En pocas palabras, los
países miembros del CCG interpretaron que la consagración de este mecanismo iba en
desmedro de sus propios intereses y servía para legitimar las ambiciones de proyección
geopolítica iraní.
En esta misma dirección, lejos de revertirse, esta tendencia continúa. Sin ir más lejos, durante el
gobierno de Trump disminuyó la presencia militar norteamericana en Siria e Irak. Mientras que,
bajo la administración Biden, Estados Unidos ha procedido a la retirada de sistemas de misiles
de Jordania, Irak, Arabia Saudita y Kuwait. Amén de ello, ha disminuido el número de efectivos
militares de la zona, así como también los escuadrones de aviones de combate allí apostados.
Ello en el marco no de una retirada completa, pero sí de una deslocalización de sus capacidades.
Ahora bien, es a raíz de una variable externa, el cambio en la política exterior de los Estados
Unidos, que las monarquías del Golfo han buscado estrechar lazos con otros actores, como la
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Federación Rusa, con quien se ha buscado fortalecer los vínculos económicos, políticos, así
como también militares. En lo que respecta al “regreso” de Rusia a Medio Oriente, entre 2012 y
2015, se hizo evidente su participación en el conflicto sirio. No obstante, tal “regreso” no se
funda en la búsqueda de hegemonía o dominación (Stepanova, 2016) sino en su pretensión de
volver al tablero geopolítico global como un gran poder (Trenin, 2018). Issaev y Kozhanov
(2021) destacan que las prioridades que dan forma a la política de Moscú hacia la región giran
en torno a la ambición de proyectar poder y obtener ganancias económicas. Específicamente,
Rusia busca demostrar su importancia para el CCG a través de iniciativas diplomáticas y
políticas. Con tal fin se ha involucrado directa o indirectamente en conflictos regionales clave,
como aquellos que tienen lugar en Siria, Libia y Yemen, así como también en las negociaciones
nucleares con Irán.
Por otro lado, Rusia está interesada en impulsar la cooperación económica con el CCG para
atraer mayores volúmenes de inversiones desde el Golfo, en pos de destinarlas a la creación y
modernización de infraestructuras, es decir, al financiamiento de obra pública. En síntesis, el
acercamiento se produce en un contexto marcado por una serie de factores. Por un lado, por la
creciente presencia de Moscú en la región. Además, por el cambio de las relaciones de Estados
Unidos con Rusia y con el CCG, respectivamente. También, por la evolución de los mercados
energéticos. Finalmente, por las tensiones existentes entre los países de Medio Oriente
(Kozhanov, 2021). En línea con lo expuesto, conforme con Issaev y Kozhanov (2021) el
pragmatismo es el factor determinante del acercamiento de Rusia a la región, en tanto Moscú
propugna no ser vista como parte de ningún tipo de alianza.
5. Las políticas exteriores de los países miembros del CCG frente a la guerra en Ucrania
Habiendo brindado algunas pistas respecto al discurrir del vínculo entre los miembros del CCG,
Estados Unidos y Rusia, los párrafos subsiguientes ponen el foco en el objetivo del artículo, es
decir, identificar los factores que explican el posicionamiento de los países del Golfo frente a la
guerra en Ucrania durante el período que se entiende entre febrero de 2022 y agosto de 2022. En
este sentido, como señalamos previamente, existen cinco dimensiones que consideramos para
nuestro ejercicio interpretativo: la material, la histórica-identitaria, la geopolítica, la securitaria
y, finalmente, una última que permea a cada una de las anteriores y refiere a la erosión del
vínculo con Estados Unidos y el fortalecimiento de las relaciones con otros actores, como la
Federación Rusa.
En virtud del peso de cada dimensión identificamos, en principio, tres grupos entre los seis
países miembros del Consejo de Cooperación del Golfo. Omán y Bahréin, constituyen el primer
grupo, Kuwait y Qatar el segundo, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos (EAU) el tercero.
En lo que respecta al primer grupo, la crisis económica y la vulnerabilidad en términos
alimentarios entraña una especificidad propia que define posiciones cautelosas. Sin embargo, las
posiciones estudiadas también pueden considerar una cierta prevalencia de la dimensión
securitaria en el caso de Omán que distingue al sultanato del reino bahreiní. Para el segundo
grupo de actores la dimensión histórico-identitaria y la geopolítica, en el caso de Qatar, juegan
un papel privilegiado. Finalmente, la dimensión material y aquella que remite a la erosión del
vínculo con Estados Unidos y la búsqueda de nuevos socios explican las posturas de quienes
integran el tercer grupo. Ahondaremos, pues, en el estudio de cada caso.
5.1. Omán despliega una política prudente y ambigua para alcanzar autonomía
Comenzaremos reseñando la política exterior de Omán, cuyas declaraciones oficiales sobre la
guerra manifestaron una posición institucionalista y conciliadora. Recordemos primero que el
voto del sultanato se contó entre los de los 141 Estados que condenaron la agresión rusa contra
Ucrania en la sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas del 2 de marzo. Ahora,
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observemos las declaraciones de un portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores en enero
de 2022, cuando el sultanato instó a los países y a la comunidad internacional a redoblar los
esfuerzos diplomáticos para superar la crisis de