Cuadernos de Política Exterior Argentina (Nueva Época), 136, diciembre 2022, pp. 103-107
ISSN 0326-7806 (edición impresa) - ISSN 1852-7213 (edición en línea)
vínculo con Naciones Unidas, contribuyendo a la gobernanza global mientras se acerca al
codiciado objetivo de obtener un sillón en el Consejo de Seguridad como miembro permanente.
Esta recuperación de la diplomacia "orgullosa" se da, como dijimos más arriba, en un contexto
mucho menos permisivo que 20 años atrás, en un mundo en plena transición hegemónica
acelerada por los coletazos de una guerra en Europa. Esto obligará a Lula a trabajar en diversos
frentes igualmente relevantes. El nivel regional tal vez sea una de los frentes con mayor
externalidad positiva, habida cuenta del surgimiento de una nueva "ola rosa moderada", lo que
implicaría una interlocución mucho más fluida al máximo nivel con Argentina y México, pero
también con Chile y Colombia. De esta manera, no sólo podrán reformatearse y redefinirse
organismos como Mercosur, sino que se reforzaría el perfil internacional de CELAC (con la
vuelta de Brasil) y podría pensarse en la recuperación de UNASUR como un espacio
sudamericano de articulación política y de resolución de conflictos, papel que cumplió a
cabalidad en las crisis suscitadas en Bolivia y en el conflicto colombo venezolano, durante la
primera década de este siglo.
Esta rearticulación regional le permitiría influir de forma decisiva en el ambiente regional de
cara a conflictos tales como el de la crisis política venezolana, en el cual la estrategia de la
región parece estar mudando desde una de acoso vía el Grupo de Lima a otra de reconstitución
del diálogo. Ello puede verse en el reseteo de las relaciones de este país con Colombia y su
flamante presidente Petro, y teniendo en cuenta que también existe un principio de cambio de
enfoque desde Washington. Esto último, producto de las necesidades de estabilizar los precios
del petróleo como consecuencia de la guerra ruso ucraniana, pero también de los evidentes
síntomas de agotamiento de una estrategia que combina bloqueo económico, asedio político y
maniobras paramilitares. En este sentido, Brasil puede establecerse como un actor positivo, ya
no como un elemento de contención del temido "expansionismo bolivariano", sino como un
favorecedor de la normalización política en este país, estrategia que debería comenzar por el
reconocimiento de su actual gobierno.
No menos importante es la recuperación de la intensidad de las relaciones con Argentina, su
tradicional socio político y comercial. Si los cuatro años de la administración Bolsonaro fueron
aquellos en donde se estableció una diplomacia subterránea de nula intensidad a nivel
presidencial, Lula ha dado señales de revalorizar a su socio argentino, en base no sólo a las
relaciones personales con el presidente Alberto Fernández, sino en la posibilidad de reconstruir
el núcleo duro político de la integración sudamericana. Al mismo tiempo, al creciente perfil de
CELAC bajo la tutela del presidente argentino, se le sumaría mayor masa crítica política con el
retorno de Brasil a esta organización, que podría constituir una de las ventanas de una estrategia
internacional multivincular ante un mundo de mayor complejidad.
En este sentido, lo más probable es que Lula deba pendular entre sus renovadas vinculaciones
con Estados Unidos y los fuertes intereses económicos con China, los cuales han transformado a
este último en su principal socio comercial. Así, a la congruencia de intereses con Norteamérica
en torno a la estabilidad regional, el medio ambiente y el reforzamiento de la democracia, se le
suma la interlocución político-económica con China, que, seguramente, se reforzará mediante
un aumento del papel brasileño en el marco de BRICS. Un retorno a la normalidad en las
relaciones con China, enrarecidas bajo el cuatrienio bolsonarista en el marco del discurso
ideológico-civilizacional prevaleciente, implicaría, tal vez, unirse a la iniciativa del BRI, la cual
requerirá un mayor perfil del sector industrial.
La cuestión medioambiental es uno de los puntos de confluencia entre Lula y Joseph Biden.
Esto no es solo un punto más de agenda que enmarca una relación que promete ser auspiciosa,
sino que implicaría ubicar a las cuestiones ambientales a un nivel central en el debate global,
habida cuenta de que ellas comienzan a ser elementos condicionantes para las vinculaciones
políticas y económicas de todos los países. El centro del debate está en la deforestación de la
selva amazónica, un punto de conflicto permanente en las relaciones de Bolsonaro tanto con
Washington como con la Unión Europea. No es casual, en este sentido, que Lula haya sido
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